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| plaatar en los pueblos el nivel igualitario de una medianía universal. Y este espanto, nace de la idea de que la democracia es la enemiga de las artes y de las letras, les da el odio de su tiempo, de las ideas nuevas, de las modernas invenciones, de esa vasta corriente positivista cuya influencia en nuestra literatura contemporánea es cada vez más marcada.

Háblese de la época a los escritores que tienen hoy de cincuenta a sesenta años.

Algunos se lanzarán tal vèz a efusiones líricas sobre la democracia, a la cual el románticismo, en los últimos, ha puesto el justillo de Hernani. Pero los otros, los que no pertenecen al carnaval humanitario, elevarán los brazos al cielo, ante la abominación del país de las letras.

El antiguo espíritu, ese lindo espíritu de los jardines académicos, todo de erudición amable y de retórica maliciosa, agoniza en la actualidad, para ceder su sitio a otro espíritu, de una claridad brutal, todo documentos, que reemplaza la producción literaria de otros tiempos por las experiencias del sabio, que acepta al fin et oficio de escritor, le practica y vive de la pluma, como el médico vive de la lanceta.

Este aspecto positivo de las letras es el que indigna a nuestros mayores y les hace