Página:En las Orillas del Sar.djvu/142

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Y... ¡no fué vano empeño ni ilusión engañosa!...
Suave, tibia, pálida la luz rasgó la bruma
Y penetró en el templo, cual entra la alegría
De súbito en el pecho que las penas anublan.

¡Ya yo no estaba sola!... En armonioso grupo,
Como visión soñada, se dibujó en el aire
De un ángel y una santa el contorno divino,
Que en un nimbo envolvía vago el sol de la tarde.

Aquel candor, aquellos delicados perfiles
De celestial belleza, y la inmortal sonrisa
Que hace entreabrir los labios del dulce mensajero
Mientras contempla el rostro de la virgen dormida

En el sueño del éxtasis, y en cuya frente casta
Se transparenta el fuego del amor puro y santo,
Más ardiente y más hondo que todos los amores
Que pudo abrigar nunca el corazón humano;

Aquel grupo que deja absorto el pensamiento,
Que impresiona el espíritu y asombra la mirada,
Me hirió calladamente, como hiere los ojos
Cegados por la noche la blanca luz del alba.

Todo cuanto en mí había de pasión y ternura,
De entusiasmo ferviente y gloriosos empeños,
Ante el sueño admirable que realizó el artista,
Volviendo á tomar vida, resucitó en mi pecho.