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Viéndome perseguido por la alondra
Que en su rápido vuelo
Arrebatarme quiso en su piquillo
Para dar alimento a sus polluelos,
Yo, diminuto insecto de alas de oro,
Refugio hallé en el cáliz de una rosa,
Y allí viví dichoso desde el alba
Hasta la nueva aurora.
Mas aunque era tan fresca y perfumada
La rosa, como yo no encontró abrigo
Contra el viento, que alzándose en el bosque
Arrastróla en revuelto torbellino.
Y rodamos los dos en fango envueltos
Para ya nunca levantarse ella,
Y yo para llorar eternamente
Mi amor primero y mi ilusión postrera.