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En el dintel obscuro de mi pobre morada.
No espero que detengas el breve alado pie;
Porque jamás mi alma te persiguió en sus sueños,
Ni de tu amor voluble quiso gustar la miel.
¡Cuántos te han alcanzado que no te merecían!
Y ¡cuántos cuyo nombre debiste hacer eterno,
En brazos del olvido más triste y más profundo
Perdidos para siempre duermen el postrer sueño!