Página:Encuesta feminista argentina.djvu/12

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Fué en mi estada por los muchos pueblos a que me llevaron hace años mis actividades de trabajo, donde empezó, más que a llamarme la atención, a preocuparme casi como una desgracia que me tocara de cerca, este hecho, a todos familiar: por cada muchacho en edad de contraer matrimonio, hay veinte o más viñas en iguales condiciones. Con este agravante: que los varo- nes que abandonan sus pucblos, generalmente para no volver, son la flor de la juventud, la que tiene ideales, la que se forma una carrera, la que tiene inteligencia y ambiciones de indepen- dencia que sólo pueden desenvolverse en los grandes escenarios. Y en ellos contraen sus mejores relaciones, y en ellos forman su hogar. De ahí que el porcentaje de mujeres solteras sea me- nor en las ciudades.

Y escribiendo sobre el particular, en algunas de mis juveni- les correspondencias periodísticas, ensayaba la indicación de remedios... imposibles.

¡Cómo me preocupaba la cuestión! Tantas niñas lindas y buenas, desviviéndose, como preocupación principal de su vida, en singulares y discretos combates de rivalidad amorosa, por los escasos dependientes de comercio y más escasos empleados de la administración local, unos y otros de porvenir económico igual- mente poco risueño. Y si convenimos en que el matrimonio es antes que un problema sentimental, un problema económico, ¡ay, sól, un grave problema económico, tendremos mejor expli- cada aquella colectiva desgracia femenina.

Y forzando un poco la lírica medicinal de mis inerpertas ideaciones, después de analizar lo anormal del fenómeno, con arreglo a la lógica sentimental, — la menos falible de las ló- gicas, para los poetas, en esa materia, porque es, al fin y a la postre, dicen, la que preside las voluntades en los dominios de Cupido — ¡el muy travieso! — decía, poéticamente yo también, que antes que predicar a tantas desheredadas del amor la cris- tiana resignación, — sinónimo de cristalización espiritual — de- biera iniciarse a las más inteligentes y entonces más sensibles de esas eriaturas, en el culto del heroismo activo, que toma sus formas en el ¿deal artístico o religioso, como la mejor defensa contra esa de las consecuencias individuales que vienen produ- ciendo en los pueblos civilizados y entre los núcleos que se con- servan fieles a la moral, los desequilibrios de esta vida todavía en “borrador”.

La historia universal está llena de altos ejemplos, decía tam- bién; y en robustecimiento de esa tesis, hacía no pocos prodi- gios de erudición... literaria,

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