LA MUJER
POST SCRIPTUM FEMINA (Contestación expresa)
Cuando el problema los sexos ha sido estudiado concien- sente y resuelto en el sentido afirmativo de la no inferio- ridad biológica de la mujer respecto al hombre, plantéase al investigador una nueva cuestión: si aquélla debe gozar de los mismos derechos civiles y políticos.
Lógicamente, sí.
¿Qué consecuencias trascendentales tendría la inmisión del sexo femenino en la política? En absoluto, ninguna. as cámaras y los comités se embe!lecerían con la presencia de los más soberbios tipos del sexo hermoso, selecionados por
el sentido electoral rendido al poder maravilloso de la Espe- cie,
En el Congreso — cámara juvenil — habría siempre “quo- rum”. Se hablaría... aún más.
Se iniciaría, posiblemente, un éxodo de las iglesias a los clubs. Y el clero no tardaría en instalar confesionarios y te- pillos en las nuevas parroquias.
Para el filósofo, “los derechos” tienen el valor que para un anatómico el trozo de carne replegado por las erinas.
Los “hombres” y las “mujeres” saldrán ilesos e incólumes.
Yo, quizá me animara a ejercer, por vez primera, el “dere- cho” de “elector”, allanado a las leyes de las “afinidades” y de “los compiementos”.
Mi voto — con un gran amor hacia todas — sería, mientras no me hiciera traidor a mi “política”, para una mujer en pri- mera floración, tímida, obediente, leal, robusta y con una tez blanca y rosa. El candidato hembra de un individualista ner- vioso y moreno que ha dado ya algún fruto.
Se me observará que esa mujer no reune condiciones para “diputado”. .
Permítaseme recordar que tampoco yo tengo muchos quila- tes de elector.
Una nueva cuestión; más trascendental que la de “los dere- chos de la mujer”.
En Buenos Aires. — Año V. después de mi “Catecismo Fe- minista”.
A, Hernández Cid. = be