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ENEIDA.


LXIII.

Dice Ascanio llorando, y desanuda
Del hombro al punto una dorada espada,
No de su vaina de marfil desnuda,
De Licaon cretense obra extremada:
Una, de leon despojos, piel velluda
Mnesteo á Niso da: con él celada
Permuta Alétes. De metal cubiertos
Marchan los dos, con hados ¡ay! inciertos.

LXIV.

Los siguen los caudillos principales
Hasta las puertas, jóvenes y ancianos
Con votos y plegarias. Bríos tales
Ascanio ostenta y pensamientos canos
No ya cual de su edad; y mil filiales
Mensajes encomienda: ¡intentos vanos!
Las fugaces palabras recogian
Vientos que á sordas nubes las confían.

LXV.

Salen, pues, y los fosos ya salvados,
Envueltos en la sombra, la carrera
Encaminan á campos malhadados
En que á muchos la muerte ántes espera:
Ven rendidos á trechos los soldados
Y los carros en alto en la ribera;
Entre armas, ruedas, bridas, vino y todo
Mudo yace el ejército beodo.