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ENEIDA.


CLVI.

Arrunte, á quien por suyo el hado sella,
Ganándola de mano, hábil espía
Con dardo á punto á la veloz doncella,
Y busca al golpe fiero fácil via.
Si furiosa enemigos atropella
En medio de la bélica porfía,
El vuelve allá solícitas miradas
Y le sigue callando las pisadas;

CLVII.

Y sí es que ella á su campo victoriosa
Torna el paso, tras recias embestidas,
Él entónces allá con insidiosa
Mano convierte las ligeras bridas.
En su mañera ronda no reposa,
Las entradas tentando y las salidas
En largo giro, y con secreto gozo
Blande el asta certera el cauto mozo.

CLVIII.

En tal sazon en medio á los tropeles
Con frigias armas luce rico y fiero
Cloreo, consagrado ya á Cibeles,
En bridon espumoso caballero:
En oro entretejidas cubren pieles,
Emplumadas de láminas de acero,
Su caballo; y él mismo se engalana
Con los esmaltes de extranjera grana.