Página:Eneida - Tomo II (1905).pdf/344

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
286
[836
VIRGILIO.


CLXXI.

De la Diosa ministra vigilante,
Impávida testigo de la liza
Sentada en alto monte allá distante
Ópis mirando está la horrenda riza.
Mas viendo en el tropel vociferante
La sentenciada Ninfa que agoniza,
Su conmovido pecho no consiente
Moderacion, y clama en voz doliente:

CLXXII.

«¡Pobrecita de tí! porque contraste
Hacer quisiste á la nacion troyana,
¡Oh, en qué modo cruel tu error pagaste!
¡Cuán cara te costó la guerra insana!
¡En vano desde niña fiel honraste
En solitarias grutas á Diana!
¡En vano por las selvas dando asombro
Nuestro arco y flechas suspendiste al hombro!

CLXXIII.

«Consuélate; no á muerte desastrosa
A tí tu Reina abandonar pudiera;
De gente en gente sonarás famosa,
Y la mancha de inulta no te espera:
Gloria y venganza te dará la Diosa,
Gloria y pronta venganza; ¡oh, sí! quienquiera
Que haya sido el autor de tu desgracia,
Yo vengo al campo á castigar su audacia!»