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VIRGILIO.


XXIV.

Apénas con el rayo rubicundo
Las crestas de los montes se teñian
(A la hora en que, del piélago profundo
Los caballos del Sol saliendo, envían
Por las altas narices luz al mundo),
Y Rútulos y Teucros ya acudian
Campo á medir, ante la gran muralla,
Donde se dé la singular batalla.

XXV.

Unos, de grama, en medio del arena,
A los Dioses comunes ponen aras;
Otro, el limo vestido, y de verbena
Orlado, fuego trae y linfas claras.
El ejército ausonio á puerta plena
Sale, con picas uniforme; y raras
Y varias armas á su vez mostrando,
Viene eltroyano y el tirreno bando.

XXVI.

¿Quién lid recia y de muertos altas pila»
No augurara de aquel marcial arreo?
Pasar volando en medio de las filas
A los insignes capitanes veo
Radiantes de oro y grana: el fuerte Asilas,
Nieto ilustre de Asáraco Mnesteo,
Y Mesapo, aquel hijo de Neptuno,
Domador de caballos cual ninguno.