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ENEIDA.
LI.

El cual con pinos hórrida levanta,
Y de hoscas nubes guarnecida ostenta
Su anciana frente, estriba en firme planta,
Y el alto cielo sobre sí sustenta:
Nieve arropa sus hombros; se quebranta
En sus flancos rugiendo la tormenta,
Y á trechos en arroyos se desliza
El bronco hielo que su barba eriza.

LII.

Allí el cilenio Dios descanso toma;
Paz da á las alas que al igual batia,
Y luego al mar con fuerza se desploma;
Y cual ave que al pez la gruta espía
Y en las playas, rasando el alga, asoma,
Tal á las costas líbicas venía,
Distante en breve del materno abuelo,
Entre agua y tierra el Dios á salto y vuelo.

LIII.

No bien chozas tocó su planta alada
Muros trazando y casas al caudillo
Troyano ve, cuya ceñida espada
Puntas de jaspe esmaltan de amarillo,
Y á quien clámide en púrpura bañada
Los hombros cubre con ardiente brillo:
Obsequios de la rica soberana
Que con oro sutil bordó la grana.