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VIRGILIO.
XXXIII.

Saca Enéas, en suma, á salvamento
Siete naves. La gente, que desea
De la tierra el materno acogimiento,
Salta al césped que el céfiro recrea,
Y allí á los miembros húmidos da asiento.
Acátes hiere el pedernal; chispea;
Hoja menuda allega, adusta rama,
Y, el fómes atizando, arde la llama.

XXXIV.

Mojados sacan las cansadas manos
El dón de Céres y su tren; y aprestan
Piedras allí para moler los granos
Que en seco extienden y que al fuego tuestan.
Sube Enéas á un pico, y los lejanos
Horizontes registra, por si enhiestan
Las popas de Caïco allá su arreo,
Ó bien sus velas el bajel de Anteo;

XXXV.

Ó ya á remo avanzando los navíos
Frigios parecen, ó el de Cápis. Nada
Por los ecuóreos límites vacíos
Descubre á su esperanza su mirada.
Mas tres ciervos divisa que baldíos
Recorren la ribera: la manada,
Al sabroso pacer vagando atenta,
Por acá y por allá los sigue lenta.