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acampados los ejércitos imperiales.— Reuniéronse en consejo los gefes superiores para deliberar sobre si debian retirarse ó no, acatando la orden del emperador: en su mayoría se resignaron á obedecerla; mas no faltaron generales que consideraran mancliado su honor, y se opusieran á aquella resolucion afrentosa; pero inútilmente: segun el dictamen de la mayoría del consejo, debia emprenderse la retirada, con arreglo á las órdenes enviadas de México.

Entonces tomó la palabra el respetable Moquihuix, rey de Tlaltelolco, y con solo un rasgo de marcial elocuencia, logró alcanzar, lo que en mucbos debates no habian conseguido los que se oponían á aquella contramarcha humillante.— “Vuélvanse, pues, —dijo— los que tienen deseo de dar la espalda al enemigo, mientras que yo, con mis tlaltelolcos, alcanzo el honor de la victoria!”

Estas nobles palabras, que contenian un