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historia

influye en la disminución de las aguas corrientes, y sí los desmontes.

Comprendiéndolo de esa manera, sin duda, el rey Carlos IV, prohibió en una pragmática los desmontes, si antes no se plantaban seis piés por cada árbol que se cortára, siguiendo en esto el dictámen del ilustre conde de Revillagigedo[1]. Este virey en su Intruccion á Branciforte[2] se quejó de ese abuso, y en virtud de un pedimento del Fiscal de la Real Audiencia, en 1793, expidió órdenes á los intendentes para que informáran del estado que guardaban los montes y propusieran el medio mas á propósito para sacar las maderas, sin destruir los bosques. Los gobiernos posteriores han intentado practicar á la letra esas disposiciones; pero desgraciadamente sin resultado alguno.

Hasta ahora no esperimenta Orizaba la

  1. En el Archivo del Ayuntamiento existe cópia de esa disposicion.
  2. Párrafos 408 y 409.