Página:Ensayo politico. El Sistema Colombiano (1823).pdf/202

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raleza y el cielo me han dado por hermanos. Completada esta obra de vuestra sabiduría, y de mi celo, nada mas que la paz nos puede faltar para dar á Colombia toda dicha, reposo, y gloria. Entonces, señor, yo os ruego ardientemente no os mostreis sordo al clamor de mi conciencia y de mi honor, que me piden á grandes gritos que no sea mas que ciudadano. Yo siento la necesidad de dejar el primer puesto de la republica, al que el pueblo señale, como á gefe de su corazon. Yo soy el hijo de la guerra, el hombre que los combates han elevado á la magistratura: la fortuna me ha sostenido en este rango, y la victoria lo ha confirmado. Pero no son estos los títulos consagrados por la justicia, por la dicha, y por la voluntad nacional. La espada que ha gobernado á Colombia no es la balanza de Astrea, es un azote del genio del mal que algunas veces el cielo deja caer á la tierra para el castigo de los tiranos, y escarmiento de los pueblos. Esta espada no puede servir de nada el dia de la paz, y éste debe ser el último de mi poder; porque asi lo he jurado para mi, porque lo he prometido á Colombia, y porque no puede haber república, donde el pueblo no está seguro del ejercicio de sus propias facultades. Un hombre como yo es un ciudadano peligroso en un gobierno popular: es una amenaza inmediata á la soberanía nacional. Yo quiero ser ciudano para ser libre, y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de libertador, por que éste emana de la guerra, aquel emana de las leyes. Cambiadme, señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano."

¡Qué vivo entusiasmo excita en el ardiente pecho de todo sensible patriota, la heroica franqueza de estas palabras! "Yo soy el hijo de la guerra, el hombre que los combates hán elevado á la magistratura: la fortuna me há