que las enseñanzas del clero ponen trabas al libre vuelo de la inteligencia humana, agota las energías necesarias para luchar por la vida; circunscribe en demasía el campo de acción de la juventud. Imagináis, en fin, que el espíritu dogmático del Clero es remora del progreso y causa eficiente del sopor que nos agobia.
Para combatir al formidable enemigo proponéis medios radicales, no más suaves ciertamente que los que con vehemente acritud censuráis al Santo Oficio de la Inquisición; medios que pugnan con esa tolerancia más nominal que efectiva, que reputáis patrimonio exclusivo de los partidos avanzados. Lógico parece tratar de demostrar lo ilusorio del peligro antes de discutir los remedios. No os extrañará por lo tanto que consagre la primera parte de mi discurso á tranquilizar vuestros ánimos asustados, á mi ver sin legítima causa, ante las supuestas extralimitaciones del Clero en la vida de la sociedad española, hasta