Ya me parece que alguien se indigna ó se extraña de la temeridad con que yo califico de venenosa semilla las peregrinas esperanzas del libre pensamiento, pero se indignará ó extrañará más todavía si aplico al principio de libre examen el dictado de absurdo para todos los pueblos y de funesto para los dotados de una imaginación como la del nuestro y con una inteligencia en general más apta para abarcar superficies que para penetrar filones.
Es el principio de libre examen absurdo en todo caso. Basta la razón natural para comprenderlo. ¿Qué diríais vosotros, poetas, escultores ó pintores, si un ignorante artesano se permitiese emitir juicios sobre las obras de vuestro ingenio? Vuestro primer movimiento sería evidentemente recusar semejante juez por incompetencia notoria: y sin embargo {peregrina inconsecuencia! le reconocéis facultades para interpretar á su arbitrio código tan profundo y tan complejo como