Príncipes cristianos, ensanchando hasta los Alpes y hasta el estrecho de Mesina sus temporales dominios. En la persecución de este fin político los Papas cometieron errores y provocaron á veces la justa cólera de Reyes y Emperadores; pero en el gobierno de la Iglesia, en la misión espiritual que les legara el Divino Maestro, mostraron siempre los Pontífices en equilibrio admirable, la más sabia firmeza y la prudencia más noble.
De la Santa Sede dependían las Ordenes Militares españolas y á Bulas pontificias debían su existencia. Tres de ellas, las de la regla del Cister, tuvieron un origen monástico y las cuatro un carácter profundamente religioso. Sin embargo los Reyes Católicos las juzgaron poderosas en demasía, creyeron ver en ellas un óbice á la trabazón social indispensable para consolidar la unión de las Monarquías ibéricas y el Pontífice Alejandro VI accedió á la demanda de aquellos ínclitos Monarcas de incorporar á la Corona los