aridez de los egidos, el trágico ceño de las cumbres, la pobreza y la ignorancia de labriegos y pastores y, no con pedantesca entonación ni por enojoso sistema dialéctico, sino de pasada, aventurando aquí y acullá una reflexión ó dibujando ligeramente una sonrisa, deduce siempre de todo lo que ve y cuenta, tristes verdades y desconsoladoras enseñanzas.
Todo el que no conozca al Sr. Mesa y lea Flor pagana, creerá que el Sr. Mesa es un hombre de talento ya entrado en años y harto vapuleado por los desengaños de la vida. No sólo en las páginas francamente desoladoras, escépticas ó pesimistas que constituyen casi todo el libro, sino hasta en las pocas en que canta himnos á la juventud ó á los placeres, aparece el Sr. Mesa como hombre cansado que llora el bien perdido, como corazón marchito que invita á gozar de la vida con la autoridad de quien ha vivido ya lo bastante para poder apreciar en todo su