de una cabeza que no había conocido más agua que la del bautismo. Sus gustos, levantar el codo con frecuencia, cantar coplas populares, buscar noticias y trasmitirlas á otros curiosos, y fumar peralillos de pie en las esquinas ó sentado en el umbral de una tienda. Su profesión, 000. Pero aunque algo secarrón, era comedido, se santiguaba cuando oía un falso testimonio, y siempre estaba dispuesto á servir á sus primas, sobre todo á doña Tecla, en cuya casa vivía y á cuya mesa sacaba la tripa de mal año.
Antonio, huérfano como Juanita, era un joven de simpática figura, honrado y laborioso, condiciones que á los ojos de doña Tecla y de muchísimas doñas Teclas, nada valían, porque sobre tales buenas prendas prevalecía la pobreza. Ésta para ciertas clases sociales es casi un crimen, y la riqueza, aunque tenga cimiento de crimen, es virtud. Y lo peor es que tal trocatinta del mundo no tiene tranzas de acabarse jamás; por eso vemos nosotros, como lo vieron nuestros tatarabuelos, tanta y tanta gente que pasa hollando la virtud para buscar tesoros y llegar á ser.... virtuosos, y merecer el aprecio y las consideraciones de la sociedad.
Antonio se ocupaba en las labores de un huerto que había arrendado á una legua de Ambato, río abajo y en su margen izquierda. Siempre había gustado del trabajo y de una economía, entendída y prudentemente practicada; pero redobló su actividad desde que se enamoró de Juanita con el honrado propósito de hacerla su esposa. Cuándo comenzó su amor y de qué manera, no lo sé; lo que llegó á mi noticia fué, que Juanita le correspondía; que en ambos la pasión era ardiente; que Antonio había dado á conocer de modo bastante claro á doña Tecla su deseo de casarse con la joven; que doña Tecla se le mostró adversa y puso el mayor cuidado en evitar que los enamorados se viesen y hablasen á solas. ¡Qué necedad la de la vieja! como si el amor no hablara con los ojos, con la sonrisa, con disimuladas señas; como si no supiera hacer volar misteriosamente papelitos que van á dar á manos de la dama ó del galán; como si no supiese saltar murallas ó abrir en puertas y ventanas resquicios por donde meter la mano ó hacer pasar palabras y frases como balas candentes ó como ráfagas eléctricas, mientras duermen ó se distraen los centinelas y los cancerveros. En punto á estrategia y estratagemas, el amor puede poner cátedra para los capitanes más científicos y experimentados del mundo.
Juanita se pasaba en Quito vida tristísima. Doña Marta le tenía vivo cariño; pero no la desamparaba ni un solo momento, expiaba todos sus movimientos, interpretaba todas sus palabras, seguía la dirección de todas sus miradas; era su sombra: si iba doña Marta a la iglesia, á Juanita había de llevar; si á una visita, con ella; si á paseo, con ella; si la joven se asomaba al balcón, tras ella la bendita tía. Conque vean UU. si la desdichada huérfana era para envidiada.