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Página:Entre dos tias y un tio.djvu/25

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percibía bastante claro el rumor de la diversión vecina, y los caballos atados á los pilares daban monótono sonido al masticar la alfalfa. Item: los cuyes como que se divertían también y danzaban bajo la tarima cantando en tiple á su manera.

Juanita sacó del bolsillo su rosario de corales, y se puso á rezar en silencio. Después pasó largas horas revolviendo sus tristes pensamientos. Confiaba en Antonio, esperaba que cumpliría sus promesas, no dudaba que el plan que la había comunicado era parto de su buen juicio y en el cual habría meditado mucho; quizás al siguiente día, más de seguro al tercero, iba á cambiar la situación de ambos; poco faltaba para que se llenaran sus deseos: se aproximaba el momento de verse esposa del hombre á quien amaba y libre de las impertinencias y tormentos á que la había condenado doña Tecla; y sin embargo, tenía en el alma una nube que no la dejaba, y en el corazón un no sé qué amargo y terrible que la mataba. El plan mismo de Antonio la disgustaba; pero ¿cómo evitarlo?...... Al fin vino el llanto, lenitivo del dolor. Tras este desahogo acudió el sueño: ¡bendito sea! Mas ¡ay! cuántas veces el sueño es también ocasión de desgracias!

Eran las doce de la noche cuando don Bonifacio asomó en casa del divertido prioste. Fué recibido con algazara y, por supuesto, no faltó el agasajo de las copitas. En seguida el viejo se acercó al farol de papel que pendía en la entrada del aposento, y se puso á leer con avidez una carta. Después de cada línea decía á media voz: —Amores.... Requiebros.... Majaderías. ¡Oh! dijo al fin: aquí está lo bueno, y leyó para sí: "Es seguro que saldrán de Quito el 22 y que harán tres jornadas; yo, acompañado de mi amigo N. N. y de mi sirviente, saldré á tu encuentro en cierto punto del camino que yo sé; entonces te pondremos al centro y partiremos camino del pueblo N. El viejo Bonifacio se opondrá, gritará y se desesperará; pero seremos tres contra uno, sin contar contigo, y todas sus cóleras y sus chillidos serán inútiles. El cura del pueblo de N. es mi pariente y amigo: con él allanaremos volando las dificultades que se presenten y dentro de tres ó cuatro días nos habrá dado la bendición. Si nos descubren y doña Tecla quiere hacer de las suyas, le daremos en la cara con tu fe de bautismo, que ya está en mi poder. Conque, amor mío, ¡ánimo! ¡mucho ánimo!".

—¡Aaah! dijo al terminar don Bonifacio, en cuyas manos temblaba la carta, la cosa es seria. Conque el teje maneje va por ahí. ¡Pícaros! Y esa mogigata de la Juana, que parece que no quiebra un plato. Bueno, bueno: á mí no me la pegan. Tres contra uno; ¡hum! A otro tonto con esa: yo.... pues veremos.... no me faltarán arbitrios.... A mí no me la pegan.

El viejo caviló un buen espacio, y al fin se dijo, dándose una palmada en la frente: —¡Caletre! ya dije que á mí no me la pegaban: esto es: asunto concluído. ¡Me lucí! ¡Ja ja ja!