constituyentes, preocupando la atención de todos los hombres públicos y siendo causa de inmenso malestar y de no pocos trastornos; y la cual debía ser, por fin, resuelta, después de sangrientos combates, en 1880.
No se ha hecho todavía la historia de las vicisitudes porque ha atravesado en la República la cuestión de la capital definitiva, hasta llegar á su final solución; pero, cuando ella se escriba por alguna inteligencia superior, se verá cuán grandes han sido las vacilaciones, los errores y los extravíos á que ha dado lugar. El memorable congreso de 1825 se preocupó seriamente de este problema, durante la no menos memorable presidencia de Rivadavia, y por ley del 6 de marzo de 1826 propuso la completa federalización de toda la provincia de Buenos Aires. La caída de Rivadavia y la disolución del Congreso dejaron sin cumplir esta ley. La constitución nacional de 1853 declaró igualmente á Buenos Aires capital permanente de la nación; pero los sucesos que se desarrollaron y la separación que vino después, impidieron que tuviese cumplimiento. En 1862 el gobierno provisorio quiso federalizar todo el territorio de la provincia de Buenos Aires; pero esta ley no fué aceptada por la legislatura, y quedó sin efecto.
En estas sesiones, los señores Valentín Alsina, Salvador M. del Carril, Rufino de Elizalde y José M. Cullen propusieron que se eligiese un nuevo punto para capital, en el que en el término de cinco años debían establecerse las autoridades nacionales, residiendo, entre tanto, en Buenos Aires. De estos señores, los doctores Valentín Alsina, Salvador M. del Carril y Rufino de Elizalde, habían prestigiado en la primera sesión la idea de que se declarase capital el