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ESPLORACION.

Miéntras navegaban por las tranquilas aguas, se ofreció una grave cuestion en tierra. Nosotros no nos cuidábamos mucho de la comida,—que no tenia nada de mala,—pero ahora las cosas cambiaban de aspecto: era preciso hacer bien los honores de la casa.

Aquí Vergara!—¿Qué se hace?

Con la buena voluntad que caracteriza a este amigo i su buen humor habitual, tomó a su cargo tan árdua empresa. Formó a los mozos, dióles sus órdenes, como un jeneral ántes de una batalla decisiva, improvisó guisos i en un santi-amen quedó arreglada la mesa, adornándola hasta con vistosas flores cojidas en los alrededores. Nada faltaba, todo estaba listo; solo se esperaba la llegada de nuestros huéspedes, la que se efectuó cerca de las siete.

Condújoseles al improvisado comedor, perfectamente iluminado, i se dio principio a la comida mas suntuosa que haya habido en la cumbre de los Andes.

Vergara dirijia a los nuevos sirvientes, que rivalizaban en celo para dejar contentos a los convidados.

La alegría mas franca, unida a una fina galantería, reinó en este verdadero banquete. El champaña, destinado solo para las grandes solemnidades, dejó oir su alegre i ruidoso destapar. Principiaron los bríndis.

El primero que habló, como jefe de la familia, es decir, de la comision, fué el señor Vicuña Mackenna.

—La reina de Inglaterra, dijo, tiene su escolta, Los guardas de la vida; que nosotros seamos la escolta de estas reinas de los Andes. Pido que, en su