siera precipitarse fuera del pecho. Con todo esto, ninguno fué atacado de la verdadera puna.
Según M. Bougner, podia atribuirse ese agotamiento, a la fatiga producida por la ascención; pero lo que caracteriza este jénero de fatiga que se esperimenta en las grandes alturas es un desfallecimiento total, una impotencia absoluta de continuar la marcha miéntras el reposo no haya reparado las fuerzas.
Un hombre fatigado en el llano o en las montañas poco elevadas, dice Saussure, i con él Dupaigne, lo es raramente bastante para no poder absolutamente continuar adelante, miéntras que, en las altas montañas, lo es algunas veces hasta tal punto que, aunque fuese por evitar un peligro mas inminente, seria casi imposible dar cuatro pasos mas, quizá ni uno solo; pues, si se persiste en hacer esfuerzos, es agobiado por palpitaciones tan rápidas i tan fuertes en todas las arterias, que caeria desfallecido si aun se las aumentara continuando el camino. Sin embargo, i esto forma el segundo carácter de esta clase de fatigas: las fuerzas se reparan tan pronto i en apariencia de un modo tan completo como se han agotado. La sola cesacion de movimiento, aun sin sentarse, i en el corto espacio de tres o cuatro minutos, parece restaurar tan perfectamente las fuerzas que, al continuar la marcha, uno se persuade de que va a subir de un aliento hasta la cima de la montaña. Pues bien, en el llano, una fatiga tan grande como la que hemos tratado de pintar no se disipa con tanta facilidad.