lójica de la provincia de Santiago, i el riñon de su opulencia (si es posible hablar así en un pais eminentemente agrícola i pastoril como el nuestro) no se entreguen a la irrigacion, por un medio u otro, unos cuantos millares de cuadras. No pasa un solo año sin que se perfore en los flancos de los cerros que la rodean por el Norte i por el Sur, por el Oriente i el Poniente nuevos i caudalosos canales de regadío.
Ayer era el del "Cármen." Hoi es el de las "Mercedes." Mañana será el de "Valparaiso," obra mas colosal todavía, si ha de ejecutarse, que la del canal "San Cárlos," cuya apertura tardó un siglo cabal.
I al propio tiempo las lluvias, nodriza común de todas esas obras, han desaparecido casi por encanto de nuestra zona, al punto de que hubiera de creerse que obedecen a una razon inversa de las necesidades de la irrigacion. Miéntras mayor número de tierra de secano se entrega a la reja del arado, menor provision de las aguas destinadas a fertilizarla nos da el cielo. Mientras mas canales labra en la roca viva la pujanza del hombre, menor número de nevazones, estas lluvias sordas de las cordilleras, nos propicia el invierno,