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A LA LAGUNA NEGRA

blanquean su cabeza i hielan su corazon, miéntras el doloroso desengaño no convierte las risas en llanto, los sueños ideales en sarcástica realidad, miéntras ese risueño fantasma que persigue no se transforma en el asqueroso esqueleto de la esperiencia!

En fin, diseminados aquí i allá, parecian todos las sombras de una gran linterna májica, cuya negra cámara solo soportara figuras de amor, de idealismo, de juventud, de cara amistad.

Poco a poco, como en tristes i dulces cantinelas alemanas, fuese apagando la luz de la hoguera, disminuyéronse los grupos, cesaron las risas para dar lugar al descanso. Solo la luna, púdica i envuelta en su manto aereo i diáfano, continuaba, cariñoso vijía, iluminando esas preciosas soledades, turbadas entonces por importunos huéspedes.

Quedamos todavía en pié los seis que habíamos escojido por dormitorio un fresco corredor, improvisando nuestras camas con algunos ladrillos a fuego.

Sin saber cómo, el compañero Cruz, sabedor de la maestría con que nuestro buen amigo Sotomayor tocaba la guitarra, se apareció con el melodioso instrumento.

Suaves acordes sintiéronse primero, luego vibraron las cuerdas produciendo los preludios de la muelle tonada i pronto ésta se hacia sentir sorprendiendo agradablemente a los que habíanse entregado al