densa neblina comenzó a invadir las quebradas, los llanos i el Calbuco mismo; ruidos sordos que atribuí a derrumbes de nieve o piedras, se dejaron oir; pero pocos momentos despues, nubes tempestuosas se posaban lentamente sobre el cráter i las agudas aristas de la cumbre i un trueno horrendo nos saco de nuestras contemplaciones, repercutiendo su voz por todas las quebradas. La tempestad estallaba sobre nuestras cabezas; gruesas gotas de lluvia dejaban su pasajera impresion sobre la nieve i las piedras. Uno de los montañeses, mas alegre que los demás, disparó al aire unos cuantos tiros de revolver como para contestar al brusco recibimiento del volcan, obteniendo en contestacion una serie estrepitosa de truenos.
Entretanto, las nubes cargadas de electricidad seguian amenazando dejar caer una gruesa nevada o por lo menos abundante lluvia. Las circunstancias eran cada vez mas críticas; para subir mas lijero, habíamos dejado al pié de las nieves casi toda la ropa i los víveres, i la hora era ya tan avanzada, que no pudimos, a pesar nuestro, dejar de descender, para ganar los primeros robles, únicos árboles que pudieran defendernos de la tempestad durante la noche, que parecia iba a ser desesperante. Sentia profundamente abandonar tan pronto aquella cumbre que tanto me habia costado alcanzar, i sobre todo, no acabar de subir los 200 metros que aun me faltaban para llegar al picacho mas culminante del cráter.
El descenso fué peor que la subida; las piedras rodaban bajo nuestros piés e impelian una multitud a su paso, cayendo después toda la masa ambulante al fondo de las quebradas con ruidoso estrépito.
Durante algunos minutos se descubrió de nuevo el Calbuco,. i aprovechando esa circunstancia, me coloqué sobre una meseta que está a unos 1,000 metros de altura, para sacar un croquis, que representa con bastante aproximacion la cúspide, reproducido en el grabado de la lámina 2. Poco después la neblina fué tan densa, que era imposible ver nada mas allá de 15 metros de distancia.
Al crepúsculo, llegamos a nuestro último alojamiento en la ladera de la loma, perfumado con el agradable aroma de algunas Juncáceas. La noche fué mui penosa; una llovizna gruesa apagaba continuamente un pequeño fuego que pudimos hacer