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en toda ella algo como ese desfallecimiento que se siente después de haber sufrido una corriente magnética, Dominada su alma por uno de aquellos éxtasis celestes del amor, hubiera deseado permanecer así mucho tiempo, acariciando ensueños dichosos, y suspendida de las palabras de su amante que penetraban su corazón. Pero el carruaje que los conducía se paró de pronto, y aquel encanto desapareció. El cochero abrió en seguida la portezuela y Estela descendió, bajando después X... Hortensia les salió entonces al encuentro, dirigiendo a su amiga estas palabras: -Me has de perdonar, hijita, que no fuera personalmente a buscarte, como acostumbro; pero qué quieres, tenía interés en sorprenderte... -Así me lo comunicó X... mi amable compañero i exclamó Estela, posando en aquél sus ojos de cielo. -Oh! En cuanto a eso nada hay que decir de X... ¡es un verdadero gentleman, en estreno amable y complaciente!... y a fe, picarilla, que no te ha de haber desagradado hoy el cambi0... ¿Verdad? Estela no contestó nada; pero se cubrió el rostro coa el abanico tratando de ocultar su rubor. -Ofrezca X... el brazo a Estela y de-