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Página:Estudios críticos de Lord Macaulay - Biblioteca Clásica XXX (1880).pdf/240

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Estudios críticos.

los impuestos; no vendia tampoco las mercedes, las hacía, y una vez otorgadas, no las retiraba; y las dispensaba con tanta franqueza, efusion de corazon, majestad y maternal ternura, que áun siendo escasa la dádiva, se antojaba cumplida y grande. Así pareció á los atrevidos caballeros que acudieron del campo á Westminster llenos de resentimientos, al ser objeto de ellas, recibiéndolas con lágrimas de alegría y gritando entusiasmados: Dios salve á la Reina! Carlos I cedió la mitad de las prerogativas de la Corona á la Cámara de los Comunes, y la Cámara contestó dirigiéndole un Memorial de agravios (the Grand Remonstrance).

XX.

Nos habíamos propuesto decir algunas palabras acerca del grupo de ilustraciones cuyo centro era Isabel, de «los allivos varones, de las damas resplandecientes de galas y hermosura, y de los hombres de Estado, ancianos venerables de luenga barba[1],» que vió en sueños el último de los bardos de lo alto del Snowdon, rodeando á manera de aureola el trono de la Reina-Virgen[2]; nos habíamos propuesto decir algo del discreto Walsingham, de Oxford el atrevido, del ameno Sackville y de Sydney, el perfecto caballero; queríamos hablar de Essex, ornamento de la corte, tipo de guerreros, dechado de hidalguía, Mecenas generoso del talento, á quien


  1. «Many a baron bold,
    And gorgeous dames, and statesmen old
    In bearded majesty.»

  2. Los ingleses designan con el epiteto de Reina—Virgen á Isabel porque nunca fué casada.—N. del T.