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XXXVII

intenten aplastar su cabeza! ¡Dichosos de aquellos que, a pesar de su forma repugnante, la dejan pasar sin causarle daño, porque ellos recibirán la recompensa cuando llegue la hora de su hermosura y de su gloria!»

Estas generosas palabras, dice M. Taine, parten del corazon; y como la medida está llena, rebosa; mas, por mucho que desborde, no se agota, porque siempre que habla de la misma causa, siempre que ve delante de sus ojos la libertad, la humanidad y la justicia, las cuerdas de su lira despiden espontáneamente dulces y armoniosas notas.

Nada hemos dicho hasta ahora, de los defectos de lord Macaulay, y no debemos dar de mano á nuestra tarea sin consignar acerca de ellos lo que piensa el ilustre historiador de la literatura inglesa: á Macaulay, dice M. Taine, le falta el ingenio y la gracia griega, como que no pudo ser á un tiempo ateniense y británico; pero, en cambio, su memoria es asombrosa, su ciencia enorme, su amor á los principios políticos que profesa, profundo y ardiente, su talento para exponer y para demostrar, extraordinario, y completo su conocimiento de los hechos grandes y pequeños que, así en el discurso como en la narracion, atraen, ilusionan, seducen, vivifican y arrebatan.