una llama, pero que, por mal cálculo del que la ejecutó, ape- nas puede notarse que es un animal de la misma especie que los anteriores. Para concluir, todos estos petroglifos son muy defectuo- sos y en nada comparables á los que posteriormente vimos en «Pa Paya» sobre enormes peñascos de granito, proce- dentes de un derrumbe del cerro, en cuyas faldas se asienta la Necrópolis de aquella ciudad prehistórica (ij). Po interesante de estos petroglifos es la forma en que fueron hallados. Casi todos, hasta ahora, se encontraban
Fig. 29 — Cara opuesta del rodado donde se trazó el petroglifo de la figura anterior 1/4 tamaño natural
sobre grandes roeas que denunciaban, tal vez, el sitio de
alguna ceremonia especial que no conocemos, ó el lugar
preferido de los pastores para apacentar sus ganados; pero,
los que nos ocupan pertenecieron, indudablemente, al ajuar
de una vivienda y no es difícil que hayan sido objeto de
veneración familiar, trasmitidos de generación en gene-
ración.
(1) Véase el mapa que se encuentra al final de “La Prehistórica
Ciudad de La Paya”, por J. B. Ambrosetti ; Revista de la Universi-
dad de Buenos Aires, T. IV, 1907.