118 Margarita Eyherabide
Paréceme que la alegría es vulgar, es vana, y la tristeza es noble...
La alegría pide corazones mudables, caracteres versátiles; la tristeza, en cambio, sentimientos ver- daderos, y almas sublimes... La alegría es positi- vista más bien, la tristeza es... romántica. Nada hay más dulce que la tristeza, Amir.
Amir miró á la joven, sorprendido.
— ¡Y tú amas el idealismo — le dijo — desprecias el positivismo!...
—Amo la tristeza — murmuró la joven pensa- tiva.
— Ah... dijo esta vez. Amir clavando su mirada en el apenado rostro de Arasi. ¡ Amas la tristeza!... y Amir suspiró, sin saber por qué.
— ¿No eres tú, la tristeza misma? — dijo enton- ees la joven. ¿No son tus miradas, melancólicas como las sombras que ahora nos envuelven? ¿No adivino siempre en tus palabras, un dejo de oculto pesar?... y Arasi apoyó la cabeza en la palma de la mano.
— ¡Dulce amada mía! — murmuró Amir estre- chando la mano de la joven palpitante de emoción y de sentimiento.
Cuando tus labios murmuran estas palabras, pien- so si es verdaderamente una mujer ó un ángel la que me habla. Es que tú no eres sólo una mujer, eres un ángel... ¡Eres divina!
Besó de nuevo con unción la mano de la her- mosa y en silencio contempláronse ambos otra vez...
— Mi vida — preguntó luego el joven de una manera casi extemporánea, si esto no fuera tan común entre enamorados — ¿me quieres mucho, lo que se llama mucho?...