134 Margarita Eyherabide
siempre, si me amas aún, olvídame. Olvídame, sé feliz, ama á otro hombre más afortunado que yo.
¡Olvídame! —es un voto que ruego á tu corazón y una plegaria que invoco al cielo. ¡Olvidar!... ¡palabra bastarda, palabra inícua !
Pero ¡olvídame, olvídame, olvídame!
Muy infortunado,
Amir.
¿Por qué escribía Amir esta carta? ¿qué fuerza oculta lo obligaba á romper ese lazo querido que tanto amaba? ¡Destino incauto! ¿Los que más me- recen ser felices son los que más sufren? ¿Amir sin Arasi? ¿Arasi sin Amir? Se amaban tanto ya. tanto; ¡pobres criaturas! ¡pobres jóvenes infor- tunados! Sufrirían atrozmente. Pero Amir rompía el lazo sagrado... ¿por qué? ¿por qué lo hacía?...
Se conocía que el joven había escrito esta carta, mientras en su corazón se libraba una lucha horri- hle entre el amor y el deber.
¡El deber! ¿á qué llamaba deber el desgraciado Amir?
Doña Jova lloró de alegría y de dolor al recibir la carta de su hijo.
¡Las guerras son una infamia, un crimen ¡el mayor de los crímenes! — decía entonces amarga- mente. — ¿Para qué se forma una familia, para que se ama con tanto cariño?... ¡Para qué se es, madre hermana, hija, esposa? — ¡ Dios mío! y dejóse caer en un sillón, deshecha en lágrimas y comenzó á repasar la carta de su hijo, párrafo á párrafo: —