Margarita Eyherabide
á mostrarse crueles, por el exceso de la ignorancia en que se agitan. ¡Pobres hombres que mezquinan caricias á sus hijos, soberbios, y fuertes en creencias absurdas!
Una falta, de uno de esos angelitos de la tierra: —el perdón... un beso.
El hombre ignorante razona así: —¿Qué cuesta un beso? Acariciémoslos y mañana cometerán idén- tica falta. Es menester que teman. No dicen, no: Hijo. ¡qué malo eres! ¡Cuán triste es tener un
niño malo! —sino que gritan econ voz de trueno: ¿Para qué hiciste esto?-—¡Ah! mereces ésto y aquello otro! —¡Soy capaz de matarte! — Sólo así
se comprende la brutal escena narrada en el primer capítulo de esta obra. entre Panchito y su padre. -- Y mientras el niño se estremece de dolor y el padre descarga recios golpes sobre su cuerpo. la mente piensa: —** Si me quisiera, no me causaría estos dolores; no es mi padre, porque no me quiere. Y el corazón, en tanto erée: ** Él, que es mi padre, no me quiere; yo que soy su hijo no le quiero tam- poco. Mañana haré cosa peor. — Este niño, no siente germinar en su corazón. el remordimiento ; en tanto, el niño bien educado, sólo piensa: mañana mo me darán caricias; me comportaré y seré bueno. Y el ignorante se llena de rencores, acaricia la venganza; el bueno, en cambio, sufre la pena, siente la acusación íntima que le recrimina; se sonroja de sentimiento, cuando el otro se sonroja de rabia. Panchito fué llevado por don Alvaro, á la casa paterna. Muy mohino Pancho, con el labio inferior horri- blemente caído y, temblando, se acercó á su padre. — Bendición. tata...
