30 Margarita Eyherabide
CAPÍTULO VI
No me guardes rencor, lector indulgente, pero, ¿sabes cuantos años han pasado, después de lo que te he contado á manera de prólogo, en los primeros capítulos de esta obra? — Han pasado doce años. — ¡Ah! — dirás — Panchito no será ya aquel travieso Panchito. En efecto, Panchito...
Pero esperad...
— Estamos en la casa blanca.
Un niño, hermoso como un Apolo, de negrísima cabellera, y eutis de un moreno encantador recorre las alamedas de álamos, que prestan tranquila poesía al jardín de la poética mansión, conocida con el nombre de la casa blanca.
Este niño, bonito sin afeminación, altivo sin pe- dantería, elegante sin afectación; franco, amable, cariñoso, es digno hijo de don Alvaro Ramírez.
Educado convenientemente por su madre, que ha sabido sorprender todos sus actos y con tacto exqui- sito ha corregido sus desvíos, este joven cursa ya, estudios secundarios.
Ama con pasión la música, con tal pasión, que, sin temor de cargar las tintas, podemos llamarle un melómano.
Este niño cuenta catorce años.
¡Catorce años! —edad de los sueños, no de las ilusiones; edad de la alegría, quizá no, de la dicha. ¡Oh silogismo al parecer tan hiperbólico!
A los catorce años no se hiere la fe del creyente