12 Margarita Eyherabide
CAPÍTULO XIIE
Pare á doña Jova y su hijo.
Amir derramó lágrimas de rabia, al ver, rodeada por las aguas avasalladoras á su linda ** coleccción ción de ovinos ”” como solía llamarlos con cierto orgullo, Aún preséntase á la imaginación del joven, todo en tumulto. el mugido lastimero de los cor- deros. las olas tumultuosas tomando terreno... la impotencia, el dolor, las lágrimas y como corona- miento de esta comedia de grotesco horror, la figura de una pobre mujer, con las faldas apretadas entre las piernas y la cabeza echada hacia atrás y arro- jando con presteza y acierto un lazo arrollado que al chocar con el agua, aprisionaba casi siempre un troneo grueso que, siguiendo la dirección de la corriente, había de detenerse allí para ir á conver- tirse luego en cenizas, en el fogón de la cazadora novel é interesante.
Amir, ante ese cuadro doloroso, sintió un sacudi- miento de rebelión contra la suerte que les era tan adversa.
— Dejémonos, mamá — dijo á doña Jova, arro- jándose con desaliento en sus brazos — dejémonos de provocar á la fortuna con terquedades necias. ¡Todo nos es adverso aquí! ¡todo! — ¡ Vámonos, dejemos estos sitios que sólo tienen para nosotros, reenerdos tristes!...
Tú no naciste, gracias á Dios, en este lugar deja- do de la mano del Señor, tú eres hija de Montevi- deo; allí te llaman y allí debemos estar.
ía que un hado fatal persiguiera inclemente
”