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Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/143

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Facundo

¡Eh! pero tiene usted amigos que no lo dejarán fusilar.

No tengo, señor; yo era un simple transeunte por esta provincia cuando, forzado por el voto público, me hice cargo del gobierno. ¿Para dónde quiere usted retirarse?

continúa después de un momento de silencio. — Para donde S. E. lo ordene. — Diga usted, adónde quiere ir?

Repito que donde se me ordene. ¿Qué le parece San Juan? Bien, señor. ¿Cuánto dinero necesita? — GraFacundo se dirige á un escritorio, abre dos gavetas rehenchidas de oro, y retirándose le dice: Tome, general, lo que necesite. — Gracias, señor; nada. Una hora después el coche del general Alvarado estaba á la puerta de su casa cargado con su equipaje y el general Villafañe, que debía acompañarlo á San Juan, donde á su llegada le entregó cien onzas de oro de parte del general, suplicándole que no se negase á admitirlascias, señor, no necesito.

Como se ve, el alma de Facundo no estaba del todo cerrada a las nobles inspiraciones. Alvarado era un antiguo soldado, un general grave y circunspecto, y poco mal le había causado. Más tarde decía de él: «Este general Alvarado es un buen militar, pero no entiende nada de esta guerra que hacemos nosotros».

En San Juan le trajeron un francés, Barreau, que había escrito de él lo que un francés puede escribir. Facundo le pregunta si es el autor de los artículos que tanto lo han herido, y con la respuesta afirmativa ¿qué espera usted ahora? — replica Quiroga. Señor, la muerte. Tome usted esas onzas, y váyase noramala.

FACUNDO En Tucumán estaba Quiroga tendido sobre un mostrador. ¿Dónde está el general? le pregunta un andaluz que se ha achispado un poco para salir con honor del lance. Ahí adentro, ¿qué se le ofrece? — Vengo á pagar cuatrocientos pesos que me ha puesto de contribución......

¡cómo no le cuesta nada á ese animal! ¿Conoce, patrón, al general? — Ni quiero conocerlo ¡foragido! — Pase adelante, tomemos un trago de caña. — Más avanzado estaba este original diálogo, cuando un ayudante se presenta, y dirigiéndose á uno de los interlocutores: Mi general, le dice... Mi general!... repite el andaluz abriendo un palmo de boca... Pues que... vos sois el general?... ¡canario!

¡Mi general, continúa hincándose de rodillas, soy un -