Ir al contenido

Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/173

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
173
Facundo

más esclarecido de Tucumán, ha recibido carta de los prófugos; lo hace aprehender, lo lleva él mismo á la plaza, lo cuelga y le hace dar seiscientos azotes. Pero los soldados no saben dar azotes como los que aquel crimen exige y Quiroga toma las gruesas riendas que sirven para la ejecución, batiéndolas en el aire con un brazo hercúleo, y descarga cincuenta azotes para que sirvan de modelo.

Concluído el acto, él en persona remueve la tina de salmuera, le refriega las nalgas; le arranca los pedazos flotantes, y le mete el puño en las concavidades que aquéllos han dejado. Facundo vuelve á su casa, lee las cartas interceptadas, y encuentra en ellas encargos de los maridos á sus mujeres, libranzas de los comerciantes, recomendaciones de que no tengan cuidado por ellos, etc. Una palabra no hay que pueda interesar á la política; entonces pregunta por el joven Rodríguez y le dicen que está expirando. En seguida se pone á jugar y gana miles.

Don Francisco Reto y don N. Lugones han murmurado entre sí algo sobre los horrores que presencian. Cada uno recibe trescientos azotes y la orden de retirarse á sus casas cruzando la ciudad desnudos «completamente», las manos puestas en la cabeza, y las asentaderas chorreandosangre; soldados armados van á la distancia para hacer que la orden se ejecute puntualmente. ¿Y quereis saber lo que es la naturaleza humana, cuando la infamia está entronizada y no hay á quien apelar en la tierra contra los verdugos? Lugones, que es de carácter travieso, se da vuelta hacia su compañero de suplicio, y le dice con la mayor compostura: «¡Páseme, compañero, la tabaquera, pitemos un cigarro!» En fin, la disenteria se declara en Tucumán, y los médicos aseguran que no hay remedio, que viene de afecciones morales, del terror, enfermedad contra la cual no se ha hallado remedio en la República Argentina hasta el día de hoy.

Facundo se presenta un día en una casa, y pregunta por la señora á un grupo de chiquillos que juegan á las nueces; l más atisbado contesta que no está—Dile que yo he estado aquí.—¿Y quién es usted?—Soy Facundo Quiroga... El niño cae redondo, y sólo el año pasado ha empezado & dar indicios de recobrar un poco de razón; los otros echan á correr llorando á gritos; uno se sube á un árbol, otro salta unas tapias y se da un terrible golpe...

FACUNDO