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Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/239

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Facundo

¿No quiere Rosas que se naveguen los ríos? Pues bien, el Paraguay toma las armas para que se le permita navegarlos libremente; se asocia á los enemigos de Rosas, al Uruguay, á la Inglaterra y á la Francia, que todos desean que se deje el tránsito libre, para que se exploten las inmensas riquezas del corazón de la América. Bolivia se asociará, quiera ó no, á este movimiento, y Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Corrientes, Jujuy, Salta y Tucumán, lo secundarán desde que comprendan que todo su interés, todo su engrandecimiento futuro depende de que esos ríos, á cuyas riberas duermen hoy en lugar de vivir, lleven y traigan las riquezas del comercio que hoy sólo explota Rosas con el puerto, cuya posesión le da millones para empobrecer á las provincias.

FACUNDO La cuestión de la libre navegación de los ríos que desembocan en el Plata, es hoy una cuestión europea, americana y argentina á la vez, y Rosas tiene en ella guerra interior y exterior hasta que caiga, y los ríos sean navegados libremente. Así, lo que no se consiguió por la importancia que los unitarios daban á la navegación de los ríos, se consigue hoy por la torpeza del gaucho de la pampa.

Ha perseguido Rosas la educación pública y hostilizado y cerrado los colegios, la Universidad y expulsado á los jesuitas? No importa; centenares de alumnos argentinos cuentan en su seno los colegios de Francia, Chile, Brasil, Norte—América, Inglaterra y aun España. Ellos volverán luego á realizar en su patria las instituciones que ven brillar en todos esos Estados libres, y pondrán su hombro para derrocar al tirano semibárbaro. ¿Tiene una antipatía mortal á los poderes europeos? Pues bien, los poderes europeos necesitan estar bien armados, bien fuertes en el Río de la Plata, y mientras Chile y los demás Estados libres de América no tienen sino un cónsul y un buque de guerra extranjero en sus costas, Buenos Aires tiene que hospedar enviados de segundo orden, y escuadras extranjeras, que están á la mira de sus intereses y para contener las demasías del potro indómito y sin freno que está á la cabeza del Estado.

¿Degüella, castra, descuartiza á sus enemigos para acabar de un solo golpe y con una batalla la guerra? Pues bien; ha dado ya veinte batallas, ha muerto veinte mil hombres, ha cubierto de sangre y de crímenes espantosos