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Facundo, como se llama generalmente y como fué el primer titulo de la obra de don Domingo Faustino Sarmiento, es un libro argentino en toda la extensión de la palabra, un libro genuinamente nacional, que debía figurar en la BIBLIOTECA DE LA NACION, para honrarla por su parte, y para recibir en cambio de ella la verdadera popularidad, merced á una amplísima difusión de comercio.

Desde que se inició esta Biblioteca, en efecto, anunciamos la publicación de Facundo entre las pocas obras de valía que reproduciríamos de nuestra naciente literatura, y nunca perdimos de vista este proyecto esperando sólo una oportunidad para llevarlo dignamente á cabo.

Esta oportunidad se presenta hoy, día de la patria á que Sarmiento dediçó todas sus fuerzas de luchador y todos sus amores de hombre apasionado, y día, también, en que se confunden en estrecho abrazo dos pueblos hermanos, por cuyos progresos y libertades trabajó: Chile y la República Argentina.

Los herederos del ilustre ciudadano y genial escritor nos han facilitado la tarea con gentil desprendimiento, autorizando esta nueva edición del libro que, con Recuerdos de Provincia, está llamado á la más duradera gloria literaria entre todas las obras de Sarmiento.

Numerosas y crecidas son ya las ediciones de Facundo, desde la primera, hecha en Chile el año 1845 en los folletines de «El Progreso», periódico que redactaba Sarmiento, de los que pasó casi inmediatamente al libro, acogido con aplausos en Francia, donde lo difundió la «Revue des Deux Mondes», y en Estados Unidos é Inglaterra, popularizado allí mediante la traducción hecha al inglés por la señora viuda de mister Horace Mann.

Pero hasta hoy no se había publicado una edición realmente popular que estuviera bien al alcance de todo el mundo y que se difundiera por el país entero. Al contrario, todas las ediciones, inclusive la que figura en las Obras completas, son costosas, y sólo esta última no agotada todavía.

Han pasado muchas veces periodos de años, durante los cuales no se encontraba el Facundo sino en las librerías para bibliófilos, y ano que otro ejemplar de lance, pues todos cuantos lo poseen, lo conservan religiosamente en la seguridad de que han de volver á leerlo un dia con nuevo y nunca agotado interés. Asi deberia haber