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Página:Facundo - Domingo Faustino Sarmiento.pdf/99

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Facundo

veamos: ¿cuántos con ventos tienc, ¿Tiene paseo como este? Entonces eso no es nada...» FACUNDO ¿Por qué autor estudiaban ustedes legislación allá?

preguntaba el grave doctor Jigena á un joven de Buenos Aires. Por Bentham. ¿Por quién, dice usted? ¿Por Benthancito? señalando con el dedo el tamaño del volumen en dozavo en que anda la edición de Bentham... ¡Já!

¡já! ¡já!... ¡por Benthancito! En un escrito mío hay más doctrina que en esos mamotretos. ¡Qué Universidad y qué doctorzuelos! Y ustedes, por quién enseñan? ¡Õh!

¡el cardenal de Luca!... ¿Qué dice usted? ¡Diez y siete volúmenes en folio!...

Es verdas que el viajero —que se acerca á Córdoba, busca y no encuentra en el horizonte la ciudad santa. la ciudad mística, la ciudad con capelo y borlas de doctor.

Al fin, el ariero le dice: «Vea, ahí... abajo... entre los pastos... Y en efecto, fijando la vista en el suelo y á corta distancia, vénse asomar una, dos, tres, diez cruces seguidas de cúpulas y torres de los muchos templos que decoran esta Pompeya de la España de la Edad Media.

Por lo demás, el pueblo de la ciudad, compuesto de artesanos, participa del espíritu de las clases altas; el maestro zapatero se daba los aires de doctor en zapatería, y os enderezaba un texto latino al tomaros gravemente la medida; el «ergo» andaba por las cocinas, en boca de los mendigos y locos de la ciudad, y toda disputa entre ganapanes tomaba el tono y forma de las conclusiones.

Añádase que durante toda la revolución, Córdoba ha sido el asilo de los españoles, en todas las demás partes maltratados. Estaban allí como en casa. ¿Qué mella haría la revolución de 1810 en un pueblo educado por los jesuítas, y enclaustrado por la naturaleza, la educación y el arte?

¿Qué asidero encontrarían las ideas revolucionarias, hijas de Rousseau, Mably, Reynal y Voltaire, si por fortuna atravesaban la pampa para descender á la catacumba española, en aquellas cabezas disciplinadas por el peripato para hacer frente á toda idea nueva, en aquellas inteligencias que, como su paseo, tenían una idea inmóvil en el centro, rodeada de un lago de aguas muertas, que estorbaba penetrar hasta ellas?

Hacia los años de 1816 el ilustrado y liberal Dean Funes logró introducir en aquella antigua Universidad los estudios hasta entonces tan despreciados: matemáticas,