Página:Felisberto Hernandez. Obras completas Vol. 2.djvu/243

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pozo puede prepararle una trampa y encerrarla: entonces ella se entristece, se llena de un silencio sucio, y ese pozo es como la cabeza de un loco. Yo debo tener esperanzas como de paso, vertiginosas, si es posible, y no pensar de¬ masiado en que se cumplan; ése debe ser, también, el sen¬ tido del agua, su inclinación instintiva. Yo debo estar con mis pensamientos y mis recuerdos como en un agua que corre con gran caudal...” Esta marea de pensamientos creció rápidamente y la señora Margarita se levantó de la cama, preparó las valijas y empezó a pasearse por su cuarto y el corredor sin querer mirar el agua de la fuente. En¬ tonces pensaba: "El agua es igual en todas partes, y yo debo cultivar mis recuerdos en cualquier agua del mundo.” Pasó un tiempo angustioso antes de estar instalada en el ferrocarril. Pero después el ruido de las ruedas la deprimió y sintió pena por el agua que había dejado en la fuente del hotel; recordó la noche en que estaba sucia y llena de hojas, como una niña pobre, pidiéndole una limosna y ofreciéndole algo; pero si no había cumplido la promesa de una esperanza o un aviso, era por alguna picardía na¬ tural de la inocencia. Después la señora Margarita se puso una toalla en la cara, lloró y eso le hizo bien. Pero no podía abandonar sus pensamientos del agua quieta. "Yo debo preferir, seguía pensando, el agua que esté detenida en la noche para que el silencio se eche lentamente sobre ella y todo se llene de sueño y de plantas enmarañadas. Eso es más parecido al agua que llevo en mí; si cierro los ojos siento como si las manos de una ciega tantearan la super¬ ficie de su propia agua y recordara borrosamente un agua entre plantas que vio en la niñez, cuando aún le quedaba un poco de vista.” Aquí se detuvo un rato, hasta que yo tuve conciencia de haber vuelto a la noche en que estábamos bajo las ramas, pero no sabía bien si estos últimos pensamientos la señora Margarita los había tenido en el ferrocarril, o 251