jado aquel cargo, cuando marchó entre los oficiales que, a las órdenes del teniente coronel Hipólito Coronado, participaron en la audaz expedición a las fundiciones de hierro y fábrica de armas de Ibicuy, las cuales fueron tomadas el 13 de mayo de 1869. Gran número de prisioneros aliados y presos políticos paraguayos que gemían allí en trabajos forzados bajo la férula del mayor paraguayo Insfran, hombre intratable y de índole cruel, recobraron la libertad, mientras los establecimientos e instalaciones militares se destruían por el fuego. En cuanto a Insfran, Coronado, individuo de especie muy semejante a la suya, ordenó, por propia autoridad, que fuese muerto “ipso facto”.
Theulé protestó por semejante exceso, chocando con su jefe por tal motivo. De retorno ya la columna vencedora, una mañana de principios de agosto, el capitán apareció asesinado, atribuyéndose el crimen a unos soldados que habían desertado en la noche. El hallazgo posterior entre los expedicionarios de algunas prendas del infortunado oficial, permitieron dudar de que sólo desertores estuvieran envueltos en este crimen, que ni Coronado primero, ni Castro después, se empeñaron mucho en esclarecer.
Conocido el hecho en el ejército, salieron a colación una serie de circunstancias encadenadas, entre las cuales no faltaba siquiera la mujer a quien buscar.
THOMKINSON, TOMAS
Residente inglés, nacido en Bridon Staffordshire en 1804, que llegó a Montevideo en 1828. Connaturalizado con nuestro país, lo sirvió con actividad superior, siendo un pioner del progreso en todo sentido. Tuvo una vida de medio siglo en el Uruguay, con la circunstancia concurrente, — que no es posible pasar en silencio —, de que esos cincuenta años los vivió siempre en la primera y única casa que habitó en nuestra capital. Una casa en la calle Sarandí, entre Zabala y Misiones, donde tuvo su primer destino y su primer cuarto de dependiente, y de la que se hizo dueño con el tiempo.
Empleado de comercio, luego comerciante importador él mismo, saladerista y banquero, fué Thomkinson un espíritu emprendedor por excelencia, contando como elemento de primera fila en las iniciativas útiles para la nación.
Estableció el saladero de Casas Blancas en el Cerro; formó parte del primer Directorio del Ferro-Carril Central al constituírse la sociedad formada con capitales nacionales; fué uno de los fundadores de la Sociedad de Cambios, del Banco Comercial y de la Asociación Rural.
Integró por decretos oficiales distintas comisiones facultativas, como la de Inmigración, creada en 1855, y en el gobierno del general Batlle fué presidente del Consejo Consul-
