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con el ejército del general Pascual Echagüe, como jefe de la caballería, en la invasión de 1839.

En la proclama que entonces hizo pública, aseguró a los habitantes del país que nada tenían que temer del ejército argentino invasor, que “sólo anhelaba la destrucción del vándalo Rivera y de los foragidos salvajes unitarios, feroces enemigos de la Independencia Americana”.

Tuvo sitio en el ala derecha argentina en la batalla de Cagancha, donde el 29 de diciembre el ejército invasor sufrió una estrepitosa derrota y su actuación en la jornada no fué una actuación feliz. El general Manuel Oribe, en caría datada en Mandisoví, lo acusó abiertamente de ser “el único causador del desastre”, pero este juicio absoluto debe tomarse con reservas por obvias razones de política. No convenía a Oribe cargar demasiado al jefe rosista.

En la Argentinas, después del desastre, continuó sirviendo a órdenes de Echagüe, y el día en que éste fué vencido en Don Cristóbal por el general Lavalle en 1840, Lavalleja era Jefe de Estado Mayor divisionario del Ejército Oriental que integraba las fuerzas del tirano.

El largo período de la Guerra Grande transcurrió oscuramente para el Jefe de los Treinta y Tres.

Residente en el campo del Cerrito, donde tenía su pretendido gobierno legal el ex-presidente Oribe, pasó desapercibido de todos — y si hemos de dar crédito a la palabra de Antonio Díaz — hasta sufrió verdaderas privaciones materiales. Después de la paz del 8 de octubre de 1851, fué dado de alta en el ejército como brigadier general, confiándosele la Comandancia Militar de los departamentos de Cerro Largo, Minas y Maldonado con fecha 5 de noviembre, y luego, en febrero de 1852, se le nombró Comandante de la 2ª Sección Militar, por unas cuantas semanas.

Desvinculado de ambos bandos tradicionales por esta época, pese a que blancos y colorados reclamen para sí lo que ya era solamente una reliquia de los tiempos heroicos, el coronel Melchor Pacheco y Obes, que en esos últimos años tenía mucho ascendiente sobre el débil espíritu del anciano brigadier, lo incluyó entre los miembros del Triunvirato de Gobierno que el 25 de setiembre de 1853 vino a sustituir al gobierno constitucional de Juan Francisco Giró, pero antes de cumplir un mes en sus funciones, el 22 de octubre de 1853, Lavalleja falleció repentinamente mientras despachaba en el fuerte de Gobierno.

La posteridad, sin mirar en Juan Antonio Lavalleja nada más que al capitán de Artigas, al jefe de los Treinta y Tres y al general de Sarandí, ha inscripto su nombre en la Gran Lista de la Patria, consagrándolo como uno de los próceres de la Independencia Nacional, Minas, la ciudad de su cuna, le erigió en la plaza principal, el 12 de octubre de

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