Página:Fernández Saldaña - Diccionario Uruguayo de Biografías (1810-1940).djvu/883

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te al día siguiente, el ejército gubernista fué puesto en derrota antes de una hora de lucha y abandonó el campo en desorden, dejando en poder del enemigo muchos prisioneros y varias piezas de artillería.

El general Muñoz, relevado de su cargo, vino a encontrar el término de su carrera de antiguo lancero valeroso en ese lamentable revés, y desde entonces su vida transcurrió en la 12ª Sección rural de Canelones donde tenía intereses y residencia habitual, hasta su fallecimiento el 20 de agosto de 1914.


MUSTO, JUAN Pedro

Filántropo, benefactor generoso de la Asistencia Pública Nacional, nacido en Montevideo en 1867, y cuyo padre, italiano, fué un antiguo soldado de Garibaldi, legionario de la Defensa de Montevideo.

Luego de iniciarse en la vida como dependiente de comercio, el joven Musto, cuyas miradas iban más alto, logró una plaza subalterna en las oficinas del notario Carlos Casaravilla, donde, a fuerza de trabajo y de constancia, preparó silenciosamente sus exámenes hasta recibirse de Escribano Público en agosto de 1892. El mismo año, el Superior Tribunal lo designó Actuario del Juzgado Letrado de lo Civil de la Capital de 3er. Turno.

Su honradez, su competencia profesional y la austeridad de su vida le permitieron formar la base de una fortuna que paulatinamente acrecentó en negocios felices, para después dedicarse a explotaciones de índole agrícola, de las cuales, fué modelo su establecimiento vitivinícola de Villa Colón, en las cercanías de Montevideo, planteado y prosperado bajo su dirección y su vigilancia constante.

Curioso y experto en cosas del ramo, entendido en árboles y en cultivos, el viejo espíritu de los antepasados campesinos peninsulares había venido a reverdecer vigorosamente en el brote criollo a través de las décadas.

La prolongada, dolorosa y fatal dolencia que lo privó de su esposa, de la cual fuera durante muchos años el abnegado enfermero, melancolizó la existencia de Musto, llevándolo a reconcentrarse en sus viñedos y en sus plantíos, aunque estuvo lejos, sin embargo, de convertirse en un misántropo o en un eremite, pues siempre tuvo sus horas reservadas para la amistad y las excursiones cinegéticas, que constituían su diversión por excelencia.

En sus tareas sencillas de granjero, en el retiro de su casa, donde como único santo tutelar velaba un retrato de Garibaldi, el glorioso Capitán a cuyas órdenes había peleado su padre, la muerte vino a buscarlo, “silenciosa como una mujer descalza”, en junio de 1926, para llevarlo del brazo sin una señal de dolor.

Conforme a las disposiciones del testamento cerrado bajo el cual falleció, Musto, en un gran gesto de

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