conocidos, tal vez enteramente ignorados, que son acreedores al respeto, á la estimación, algunos de ellos al cariño de la posteridad. No todos ciñen sus frentes con los nimbos de la gloria, pero muchos hicieron por su patria ó por la humanidad sacrificios ó esfuerzos dignos de ser imitados. Los unos combatiendo con las armas en la mano; los otros enseñando en las escuelas, y muchos divulgando por medio de sus libros el amor al ideal ó el sentimiento patrio, han conquistado un puesto digno y envidiable entre las figuras de su tiempo.
Hubo también ignorantes, malvados y traidores, cuyos hechos pueden servir de útilísima enseñanza, cuyos nombres no merecen desdeñoso olvido.
El que ayuda á los enemigos de su patria, el que tiraniza á sus conciudadanos, el que comete errores fecundos en funesias consecuencias, podrá ser justamente aborrecido, mas no será siempre con igual justicia condenado al menosprecio. Deberá menospreciarse, pues odiándole se le honarría, al que en sus crímenes ó en sus errores haya sido bajo, rastrero, mísero, cobarde; no al que en sus actos haya tenido grandeza — pues la hay hasta en el crimen; — no al que se haya equivocado con sana intención ó cumplida buena fé.
De todos modos, conviene presentar á las generaciones sucesivas los nombres y los hechos ejemplares, todos los ejemplos saludables ó perniciosos que la fértil historia suministra, que si los unos alientan, conmueven, estimulan ó entusiasman los otros son todavía más útiles, pues apartan á la