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Comunicó sus trabajos y descubrimientos sobre la electricidad á un amigo de Londres (Cóllinson), el cual amigo á su vez lo puso todo en conocimiento de los sabios de Europa. El nombre de Franklin fué desde entonces conocido en ambos hemisferios. No hubo informe científico ni memoria académica donde no se le citara, ya para discutir sus grandes descubrimientos, ya para invocar su nombre como una autoridad. La universidad de Oxford le confería en 1762 el título de doctor en derecho. El gobierno de la metrópoli, por su parte, le nombraba director general de correos de las colonias angloamericanas.

Las distinciones del gobierno inglés no le hicieron olvidar que había nacido americano; jamás echó en olvido lo que debía á sus compatriotas; por eso, cuando la Cámara de los Comunes abrió una información parlamentaria con motivo de las quejas que formulaban las colonias, Franklin hizo un viaje á Londres como delegado de Pensilvania y expuso francamente la situación de las cosas. En 1775, habiendo expirado su mandato, regresó á América. Nada había conseguido en favor de su querida patria, ni en obsequio de la justicia que es ante todo. Los ingleses persistían en su política tirante, pretendiendo que la actitud rebelde de los americanos dificultaban toda concesión; los americanos hablaban ya de romper con la metrópoli separándose completamente de la madre patria, fundándose en la obstinación de los ingleses: era un verdadero círculo vicioso. La culpa, entre tanto, no era de unos ni de otros, sino del tiempo. No en balde marchan y se suceden los siglos; no en vano progresan las sociedades; no impunemente se trata á un pueblo viril como á colonia primitiva ó sociedad naciente. En la sociedad humana como en la naturaleza todo se modifica y se transforma; lo que no se renueva se petrifica, lo que no adelanta retrocede, lo que no se agita sucumbe. No hay sociedades en el quietismo, no hay entidades en la inercia, todo marcha en el mundo, desde el universo que tiene movimientos regulares y exactamente medidos por el cosmógrafo, hasta el pensamiento incalculable que abraza la eternidad y abarca lo infinito.

El movimiento separatista se había propagado en las colo-