Escribió el gran publicista sobre derecho internacional, hizo traducciones directas de los poetas clásicos y dejó manuscrita en lengua inglesa una obra referente á la crónica fabulosa de Turpin, obra que no podemos juzgar.
La literatura amena le debe también las poesías más perfectas y más acabadas; sus himnos patrióticos, su poema descriptivo de la zona tórrida, su traducción del Orlando, son otros tantos modelos.
Como prueba de su correctísima versificación, vamos á dar algunas muestras.
Ve á rezar, hija mía. Ya es la hora
De la conciencia y del pensar profundo.
Cesó el trabajo afanador, y al mundo
La sombra va á colgar su pabellón.
Sacude el polvo el árbol del camino
Al soplo de la noche; y en el suelto
Manto de la sutil neblina envuelto
Se ve temblar el viejo torreón.
¡Mira! su ruedo de cambiante nácar
El occidente más y más angosta
Y enciende sobre el cerro de la costa
El astro de la tarde su fanal.
Para la pobre cena aderezado
Brilla el albergue rústico, y la tarda
Vuelta del labrador la esposa aguarda
Con su tierna familia en el umbral.
Brota del seno de la azul esfera
Uno tras otro fúlgido diamante;
Y ya apenas de un carro vacilante
Se oye á distancia el desigual rumor.
Todo se hunde en la sombra: el monte, el valle.
Y la iglesia, y la choza, y la alquería;
Y á los destellos últimos del día
Se orienta en el desierto el viajador.