tan amante de sus libertades y derechos, no puede decirle que renuncie á los suyos; el pueblo que se complace en las glorias de su pasado no puede pedir de otro, educado por él, acepte la abyección y deshonre su nombre!
Los que hoy luchamos en el terreno legal y pacífico de las discusiones, lo comprendemos así, y con la mirada fija en nuestros ideales, no cesaremos de abogar por nuestra causa, sin salir de los límites de lo legal; pero si antes la violencia nos hace callar ó tenemos la desgracia de caer (lo cual es posible, pues no somos inmortales), entonces no sabemos qué camino tomarán Ion retoños numerosos y de mejor savia que se precipitarán para ocupar los puestos que dejemos vacíos.
Si lo que deseamos no se realiza. . .
Ante la eventualidad desgraciada, menester es que el horror no nos arredre, que en vez de cerrar los ojos, miremos cara á cara lo que pueda traer el porvenir. Y á ese fin, después de arrojar el puñado de tierra que se tributa á los Cancerberos, entremos francamente en el abismo para sondear sus terribles misterios.
La Solidaridad; núm. 21: Madrid, 15 diciembre 1889.
La historia no registra en sus anales ninguna dominación duradera ejercida por un