Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/22

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purificador. La vida familiar de los hebreos llegó a ser ejemplar. Durante siglos, especialmente en los tiempos de la dispersión, en el cristianismo, continuó siendo así. Desde luego, hubo también otras corrientes en el pueblo judío. La frecuencia de los divorcios fué una de las más graves censu- ras de los profetas. El benigno Elías afirma en los días de la redención: «¡El hombre puede aban- donar a su mujer, si le ha quemado la comida o si encuentra otra más hermosa que la propia!» Sobre la posición social de la mujer judía, to- davía hoy se discute mucho. Delitzsch piensa' que en el Viejo Testamento apenas se encuentra un nombre de mujer que denote gratitud y ale- gría ante Dios por su nacimiento, como con fre- cuencia acontece con los de varón. Otros indican, al contrario, los numerosos nombres cariñosos de las jóvenes, como Liana, Palma, Corona, Cordera, Perfume, Amor, etc. Podían en todo caso entrar las mujeres en el templo y participar en los servicios divinos, del mismo modo que en Babilonia, donde se las permitía llevar un sillón al templo. El pasaje: «tres veces al año tienen que comparecer todos los hombres ante Jehová», prueba, en opinión de conocidos investigadores, no que la mujer estuviera excluída del servicio divino, sino que, impedida con frecuencia de ha- cerlo, no tenía la obligación, aunque sí la facul- tad. ¿Quién no conoce el pasaje de Ana, que no

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